Historia

ORIGEN Y EVOLUCIÓN

(Datos tomados de Juan Ripoll Martí “Fortu”, Pedro-Juan Orozco Juan, Luís Fuster Orts y Archivo de la Cofradía)

-Texto: Luís Fuster Orts-

 

Desde tiempos remotos hemos conservado la costumbre, tradición y respetuosa devoción a las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa.

El Viernes Santo se celebra en nuestra Villa, tradicionalmente, la procesión del Santo Entierro, acto en especial significativo de la fe manifestada por los alteanos. Esta procesión recorre las calles del pueblo antiguo portando los fieles, a hombros, las andas de los distintos “pasos” que conforman la procesión: El “Ecce Homo”, el “Nazareno”, el Cristo del Sagrario, el “Cristo Yacente” o Santo Sepulcro” y la Virgen de los Dolores, que son los que se sacan en procesión en la actualidad.

No ha sido así siempre, pues en otras ocasiones ha habido otros pasos, si bien en estas líneas vamos a referirnos únicamente al origen y evolución del “Santo Sepulcro”, imagen que representa al Cristo yacente en el interior de una urna de cristal.

En tiempos pasados era una preocupación constante el enigma del “más allá”, de la situación del alma tras el periodo de vida terrena; por ello, muchas familias pudientes condicionaban, en sus testamentos, la celebración de misas “por la salvación de su alma”, celebraciones litúrgicas que mandaban dedicar al Stmo. Cristo, a las diferentes advocaciones de la Virgen, o al Santo de su devoción. En su vida terrena participaban con la Iglesia costeando una imagen determinada, incluida la capilla donde ésta estuviese ubicada; de igual manera, asumían el costo de los “pasos” de las procesiones de la Semana Santa, ocupándose al tiempo de su cuidado y mantenimiento, tanto de las imágenes como de las capillas o las andas. 

La imagen más antigua del Cristo Yacente conocida se remonta a finales del siglo XIX, cuando todavía no se había iniciado la reconstrucción de la Iglesia de Ntra. Sra. del Consuelo (nuestra Parroquia). Como hemos dicho arriba, la imagen era costeada por una familia, así como su mantenimiento; en el caso del Cristo Yacente fue la familia de la Sra. Mariana Benimeli Martínez (abuela de Magdalena y Pedro Martínez Martínez, conocidos por el sobrenombre de “la Señó Mariana”) la que tuvo a sus expensas el costo de la imagen como su mantenimiento. En las procesiones del Viernes Santo era llevada en un anda en forma de camilla sobre la que iba tendida la imagen. Era costumbre que los encargados de transportar la imagen en las procesiones pertenecían a la familia o allegados de los propietarios, derecho que se transmitía de generación en generación.

Desde esa época hasta el primer tercio del siglo XX existía un grupo de hombres, familiares y afines a la familia Benimeli-Martínez que se ocupaba del cuidado y mantenimiento de la imagen del Cristo Yacente con o sin la urna de cristal. Este grupo respetaba una especie de reglamento no escrito en cuanto a su funcionamiento; se reunían periódicamente en la “cambra” de la sacristía (donde posteriormente se instaló la emisora parroquial) y allí rezaban salmos penitenciales. En el mismo lugar, los viernes de Cuaresma, siempre a puerta cerrada, usaban de cilicio y “disciplinas” (un manojo de esparto ligeramente humedecido), como instrumentos de penitencia, azotándose la espalda con las tiras de esparto; en el momento de la flagelación, solamente estaban presentes los hombres mayores de edad, nunca niños o mujeres. Algunos, durante la Cuaresma, usaban ropa áspera colocándose en su interior trozos de esparto anudados que rozaban dolorosamente con la piel. En la Semana Santa, disponían al Cristo Yacente sobre una camilla frente al “Monumento” de manera que todos los devotos podían acercarse a besarle los pies. Los miembros del grupo hacían la vigilia del Jueves Santo ante el “Monumento”.

Durante las asambleas o cónclaves de los cofrades, se prescindía del nombre propio; todos hasta el fin de la reunión eran “hermanos”. Algunos de los cofrades que recordamos fueron José Juan Jorro, Antonio Juan González, “el tío Pouero”, Pedro “el Moreno”, Jacinto Asensi, Vicente Pla Ronda, Jaime Zaragozí “Caca”. Tonico Ferrer, Marian “els Cuentos”, Batiste “la Molinera”, el “tío Joan el Jaumàs”, entre otros perdidos en la memoria. En total la Cofradía se componía de unos 30 cofrades; al inicio de la guerra civil, salvo tres de ellos que tuvieron algunos problemas, el resto no fueron molestados y sus vidas fueron respetadas.

En los primeros años del siglo XX, Don José Carrera (abuelo del hace poco fallecido José Mª Carrera Alós) construyó el sepulcro en forma de urna, similar al actual, que según decían era una maravilla. Fueron bienhechoras de esta mejora en el paso del Cristo Yacente, aparte de la mencionada Sra. Mariana Benimeli Martínez, Dª Jerónima Bellido Barber, D. Ginés González Beltrán, D. Jaime Sellés Morales, D. Miguel Martínez Martínez “Cana”, D. Andrés López Tomás, Dª Consuelo Buigues Orozco y D. Francisco Durá Pascual “el Sacristà”.

El año 1936, como consecuencia de los desórdenes de  nuestra guerra civil, esta imagen fue destruida, fue pasto de las llamas, en unión de todas las que ornaban las distintas capillas de la Iglesia, sin respetar sus imágenes centrales, el Cristo del Sagrario y la Virgen del Consuelo.

Concluida la guerra civil, se recuperó el culto religioso y, paulatinamente se recuperaron aquellas imágenes a las que el pueblo de la Villa había mostrado especial devoción. Fueron las primeras las del Cristo del Sagrario y Virgen del Consuelo en la Parroquia, y San Francisco para la iglesia del exconvento.

Entre los años 1945-46 tres alteanas, Isabel Pérez “el Moreno”, Rita Ballester y Angelita Orozco “la Corrita”, se unieron con el fin de recaudar fondos para recuperar el paso del Sepulcro. Como primera y curiosa medida, recibieron gratis los ingredientes para hacer una buena tarta (huevos, harina, almendra y azúcar). Pusieron en rifa esta tarta al precio de cincuenta céntimos la papeleta consiguiendo el primer dinero para su ilusión; visitaron después las casas del pueblo, recogiendo bastante dinero. Por esas fechas fue trasladado a Valencia el entonces Cura Don Ildefonso Rosell. Las tres promotoras se presentaron ante el nuevo Cura Don Manuel Durá para exponerle su labor de recaudación para encargar el nuevo Sepulcro. Este les contestó que tenían que comprar al Cristo Yacente y una sencilla anda-urna. Las tres mujeres quedaron bastante desilusionadas y ya no quisieron seguir recaudando, de manera que le entregaron el dinero recogido hasta ese momento al Sr. Cura diciéndole que hiciera lo que creyera más conveniente. El Cura Don Manuel encargó la talla del Cristo Yacente al escultor Llopis de Valencia, quien ya había hecho casi todas las nuevas imágenes de la Iglesia. En cuanto al anda-urna la construyó el ebanista Bautista Femenía, que tenía el taller en la calle del Mar; esta urna, al ser de mala calidad, a los pocos años se deterioró.

 

Durante los últimos años de la década de 1950 y primeros de 1960, había un grupo de jóvenes que, cada Viernes Santo, ponían el hombro y su esfuerzo para llevar en procesión, al Santo Sepulcro. Igualmente, los días de Jueves Santo, los miembros del grupo hacían la vela por turnos ante el “Monumento”, tanto en la Parroquia como en la iglesia de San Francisco; también acompañaban, el domingo “In Albis”, en la procesión de la Comunión de impedidos.

 

El Jueves Santo del año 1962, al tiempo que preparaban el paso para la procesión del día siguiente, acordaron unirse en una Cofradía. Lo pusieron en conocimiento de Juan Ripoll Martí (“Fortu”), proponiéndole la presidencia; Juan rehusó, aunque asegurándoles su ayuda en todo lo posible. El grupo de jóvenes confeccionó una lista de cofrades, a la que se añadió Juan Ripoll, al que al cabo aclamaron como presidente de la Cofradía; éste se encargó de presentar la lista al Cura D. Antonio Escrivá. El domingo siguiente de Pascua, después de la misa de comunión de impedidos, el Cura Don Antonio leyó a los asistentes la lista de los que habían formado la naciente Cofradía del Santo Sepulcro. La noticia de la creación de esta nueva Cofradía y la intención de aportar una nueva y digna urna al Cristo Yacente llegó a oídos de las hermanas Dª Antonia y Dª Lucia Martínez Martínez, las cuales se ofrecieron al Sr. Cura Don Antonio a costear el gasto de esta nueva obra; así lo refiere el propio Juan Ripoll: “El sr. Cura me llamó y me lo comunicó. Yo le dije que me parecía muy bien y que él hablara con estas Sras; y les dijera que lo mantuvieran en secreto para no desmoralizar a la junta de jóvenes, que estaban muy ilusionados. Yo les dije que podíamos recaudar para la estructura y escalera de madera para el Monumento y comprar tela de otomán rojo para forrar la estructura, y la alfombra de cinco metros”.

 

 

El propio Juan Ripoll, en funciones de presidente de la Cofradía, se encargó de formalizar el encargo al taller correspondiente. De esta manera lo refiere el propio Juan: “El día 6 de diciembre de 1963 mi Señora y yo, de regreso de un viaje muy especial, hicimos parada en Valencia. Fuimos invitados por Don Francisco Martínez Ciudad, cura párroco de San Nicolás. Delante de la parroquia, en la calle Cavallers, había un taller; él nos acompañó y allí encargamos esta obra de arte”.

 

 

Estos fueron los primeros miembros de la Cofradía del Santo Sepulcro: Antonio Signes Muñoz, Vicente Sellés Buigues, Francisco Berenguer Lloret, José Zaragoza Juan, Juan Ripoll Martí, Jacinto Mulet Zaragoza, Jacinto Zaragoza Lloret, Miguel Perles Ferrer, Francisco Ballester Ciudad, Matías Lloret Tecles, Francisco Salinas Agulló, Joaquín Salinas Agulló, José Sellés Buigues, Esperanza Lloréns Devesa.

 

 

En el mes de abril de 1964, en la semana de Pasión, una camioneta que transportaba por las noches pescado a Valencia, de regreso trajo el nuevo Sepulcro. El encargado de hacerlo, propietario y conductor del vehículo, fue Pedro Juan Gómez Ferrando (alias “el Mil”). A la llegada de la camioneta, en la plaza de la Iglesia se hallaba congregada casi toda la Junta, más las bienhechoras señoras Martínez, las cuales, una vez descargado el sepulcro e introducido en su lugar del interior del templo, dijeron: “Dejamos el Sepulcro en vuestras manos, sois una Junta maravillosa”.

 

 

El Viernes Santo de ese mismo año salió por primera vez en procesión: Fueron sus costaleros los miembros fundadores.

 

 

Durante ese año fueron numerosas las adscripciones a la Cofradía. Una de las primeras medidas fue la de crear una medalla distintiva, que se hizo de metal plateado y cordón con los colores blanco y rojo. De igual modo, se encargaron cirios de cera de color rojo.

 

 

Al año siguiente, 1965, tuvo lugar la imposición de medallas a todos los componentes de la Cofradía.

 

 

La Cofradía ya había adquirido prestigio con el aumento considerable de cofrades. El presidente Juan Ripoll, que había aceptado el cargo con carácter transitorio, quiso que se eligiera un nuevo Presidente, cargo en el que fue elegido Francisco Huertas Roselló como miembro de mayor edad.

 

 

Aunque los cofrades, en su mayoría, no solían acudir a las juntas, sí que lo hacían en la Semana Santa para tomar parte en los actos específicos del Santo Sepulcro. Se fijó una pequeña cuota para satisfacer los gastos de cirios, flores, caramelos, batería, más café y pastas para la velada del Jueves Santo.

 

 

El año 1966 se confeccionó el estandarte. Fue bordado en Alicante, en el taller de D. Tomás Valcárcel. Su precio fue de 15000 pesetas. El Domingo de Ramos fue bendecido en la Iglesia de San Francisco y, después, en la procesión de las palmas, trasladado a la Parroquia.

 

 

El año 1967 se jubiló el Sr. Vicente Pla Ronda. A requerimiento de los cofrades ingresó en la Cofradía, siendo desde ese momento un cofrade ejemplar; él se ocupaba de todos los detalles, de colocar las almohadillas en los varales para la procesión, que no faltaran los cirios rojos y que las baterías estuvieran preparadas, tanto para el Santo Sepulcro como para los pasos de la Virgen de los Dolores y el Ecce Homo. El Jueves Santo se ocupaba de que no faltara el coñac, el surtido de galletas, la leche

condensada y el café para toda la vela.

 

El año 1973 hubo una renovación de la Cofradía, creándose una Junta Directiva y el nombramiento de un nuevo Presidente, cargo que recayó en D. Lorenzo Lloret Vives. En esa misma Junta se nombró Presidente de honor a D. Francisco Huertas Roselló, anterior presidente, y Cofrade de honor a D. Vicente Pla Ronda.

 

 

El año 1975 desvalijaron todos los cepillos y huchas de los lampararios de la Parroquia. De los fondos de la Cofradía se le entregaron al Cura D. Antonio Escrivá 40.000 pesetas para compensar las cantidades sustraídas.

 

 

Con motivo del 25 aniversario de la creación de la Cofradía, en 1988 se regaló un cuadro del Santo Cáliz sobre fondo del pueblo de Altea, obra del pintor Andrés Cortés, para colocar en el Monumento. El coste del cuadro

fue de 25.000 pesetas. Años después, en 2005 se le hizo un gran marco de talla de oro y este cuadro preside actualmente el salón parroquial.

 

 

En el año 2001, como quiera que tanto la imagen como la urna se encontraban algo deterioradas, la Cofradía encargó su restauración al taller artesanal de Ramón Porta de Oliva, quien realizó un trabajo perfecto dándole a la imagen una gran belleza plástica, y el sepulcro precioso, con aplicación de un baño de oro. También fue restaurado el estandarte.

 

 

En 2005 la Cofradía adquiere personalidad jurídica, al ser aprobados sus Estatutos por el Obispado y, posteriormente, por la Delegación del Gobierno. Continúa como presidente Lorenzo Lloret Vives quien, desde su nombramiento en 1973 ha ejercido una labor encomiable, siempre pendiente del funcionamiento de la Cofradía, especialmente ante los actos litúrgicos, preparando siempre todos los detalles para el buen desarrollo en la procesión.

 

 

También en el año 2005 se hicieron las nuevas andas, realizadas por Carpintería San Rafael.

 

 

En los últimos años se ha incorporado, en la Procesión del Viernes Santo, el Coro Parroquial de Altea quienes, tras la imagen del Sepulcro, cantan los “misereres”.

 

 

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